una reflexión para reconstruir un mundo roto

«Mujeres que hablan» está basada en una historia real. Hombres de una colonia menonita remota drogaban a sus niñas y mujeres para abusar de ellas por la noche. Esta película es un ejercicio de necesaria reflexión.

Última actualización: 12 de marzo de 2023

Los actos de violencia contra las mujeres ocurren a diario en cualquier rincón del mundo. Casi siempre son relatos anónimos y nutridos de horror que se asientan en el silencio.. También en el inconsciente colectivo femenino. Es difícil sacarlos a la luz, porque duele poner en palabras hechos traumáticos que sobreviven y se entrelazan con el peso del miedo, la incomprensión y hasta la vergüenza.

Sin embargo, el movimiento #metoo abrió un primer ejercicio de sensibilización. Hay una necesidad de contar. Hay un impulso de revelar los abusos sufridos y de hacer de cada voz una gota. Una gota que poco a poco forma un torrente que intenta cambiar las cosas, que intenta sacar a la víctima del aislamiento y hacer pública esa violencia que siempre ha sido privada.

Asimismo, importa la forma de contabilizar estos actos. La literatura y el cine son el mejor canal para concienciar sobre la violencia sexual contra las mujeres. Hablan es una producción innovadora en este sentido. La película, dirigida por Sarah Polley, está nominada a dos premios Oscar (guión adaptado y mejor película) y es un ejercicio de reflexión excepcional.

“No somos socios, somos mercancía. Cuando nuestros hombres nos han agotado, de modo que aparentamos 60 a pesar de tener 30, y nuestros úteros literalmente se han caído de nuestros cuerpos sobre los pisos impecables de nuestra cocina, recurren a nuestras hijas».

― Miriam Toews, «Hablan» ―

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Aunque Ellas hablan se sitúa en un contexto de innegable violencia, la película destila serenidad y reflexión.

Hablan, una historia real

La película de Sarah Polley está basada en el libro Women Talking, de la escritora canadiense Miriam Toews. Su autora cuenta una historia en la que ella misma fue protagonista, una descarnada experiencia acaecida en una colonia menonita de Bolivia que, como secta, sobrevive anclada en el siglo XVI. Son una rama trinitaria del movimiento cristiano anabautista.

Hablan de un hecho real en el que las niñas y mujeres de esta colonia religiosa amanecieron manchadas de sangre, con restos de semen y drogadas.. Hombres de esa comunidad, en la mayoría de los casos sus propios padres y hermanos, las violaron repetidamente después de drogarlas con un anestésico para ganado a base de belladona.

La adaptación que se hace de esta novela al cine se escenifica como una fábula moral atemporal. Nos cuesta situar el momento histórico en el que nos encontramos y esto tiene una finalidad. Porque la violencia contra la mujer discurre entre un ayer eterno, un presente constante y un mañana siempre posible.

“Somos mujeres sin voz. Somos mujeres fuera de tiempo y lugar, sin ni siquiera el idioma del país en el que residimos. Somos menonitas sin patria”.

-Miriam Toew, «Hablan»-

Enfrentar la violencia con palabras

Durante un tiempo, a las mujeres menonitas se les hizo creer que estos ataques los cometía Satanás. Su supuesta mala conducta e impropiedad fue castigada de esta manera sobrenatural. Hasta que, en un momento, dos chicas ven a sus violadores.. «Demonios de carne y hueso». La denuncia se lleva a cabo y dos hombres son detenidos. Sin embargo, el resto de la comunidad masculina no duda en acudir a la ciudad para pagar la fianza.

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Durante un par de días, el grupo menonita se ve privado de hombres, momento en el que las mujeres tienen la oportunidad de decidir. Es un breve momento para pensar qué tipo de futuro quieren y, ese momento, no deja de ser una fábula. Es un momento para imaginar qué tipo de mundo quieren, un espacio para la reflexión y también para la toma de decisiones.

¿Quedarse, irse o actuar? Tres generaciones de mujeres hablan

Ellas hablando es un acto de imaginación femenina entrelazado con preguntas. En vista de que las violaciones se seguirán manteniendo en el tiempo. ¿Lo que debe hacerse? ¿Responder a los hombres con violencia? ¿Dejar la comunidad y entrar en un mundo moderno desconocido? ¿O quedarse y mostrar obediencia de nuevo? Tras una votación general entre las mujeres, se descarta la violencia y solo quedan dos opciones: la huida o el perdón.

A partir de ese momento, la película está orquestada por ocho mujeres. Representan a todas las familias de la comunidad, presencias femeninas de gran impacto y de diferentes edades que deslumbran con sus historias. Niñas, jóvenes, algunas embarazadas y ancianas. Cada rostro y cada voz emana una historia, una perspectiva personal.

Conocemos a la etérea Ona (Rooney Mara) que tiene un bebé en su vientre, probablemente de un familiar. Pero sus reflexiones, propias de una filósofa, son luminosas a la vez que desafiantes. Su hermana mayor, Salomé (Claire Foy), representa la ira y la necesidad de venganza. Mariche (Jessie Buckley) habla de la necesidad de perdonar, pero la rabia no resuelta también latía muy dentro de ella.

Las mujeres mayores, Agata y Creta, irradian sabiduría, pacifismo e incluso sentido del humor. A pesar de tantos sentimientos difíciles latentes y laberínticos, las mujeres eligen el espacio de diálogo y hermandad frente a la violencia que se ejerce sobre ellas.

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«Todo lo que tenemos las mujeres son nuestros sueños, así que, por supuesto, somos soñadores».

-Mirian Toews, ‘Hablan’-

La película reúne a tres generaciones de mujeres que, con sus reflexiones y sabiduría, deben decidir el futuro de su comunidad.

A pesar de todo, optimismo y esperanza

Hablan es un ejercicio de reflexión inteligente para rehacer nuestro mundo desde el cariño y la serenidad. Sería muy fácil elegir la violencia para enfrentar esta violencia sistémica contra las mujeres. Sin embargo, en esta producción como fábula femenina no cabe esta perspectiva.

Estamos ante un grupo de mujeres que, a pesar de no saber leer ni escribir, rebosan sabiduría. En este pequeño granero que actúa como una burbuja de intimidad contra la violencia externa, tres generaciones de mujeres reviven sus traumas, hablan de sus vivencias, miedos y sentimientos. Es un ejercicio de catarsis en el que, a pesar de todo, suele haber hueco para la risa y el humor..

Estas figuras sabias y heridas están empeñadas en tomar una decisión que busca crear un mundo mejor para sus hijos. Sus palabras, meditaciones y preguntas universales merecen ser escuchadas. Porque En sus voces, a pesar de la ira y el dolor oculto, hay un solo propósito: rehacer con amor y compasión un mundo que está roto.. Pero aún hay esperanza…

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Gracias por leer ojodesabio.com. ¡Hasta pronto!

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