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Hay momentos en los que cuanto más lejos estás de casa, más cerca de ti mismo te sientes. Vivir en países extranjeros te cambia e incluso moldea mucho más tu autoconcepto e identidad. ¿Te ha pasado a tí?
Última actualización: 24 de abril de 2022
Vivir en otros países aclara el autoconcepto, fortalece la identidad y ofrece una visión más clara de quiénes somos y cuáles son nuestros valores. El dato puede parecer trascendental, pero es la conclusión a la que llega un estudio científico. Aunque, quienes ya han vivido la experiencia de trasladar su corazón, alma y cuerpo a otras ciudades y continentes, darán verdad a esta conclusión.
La verdad es Si hay una realidad transformadora y desafiante es la de adaptarse a otros escenarios alejados de lo familiar. Alejar kilómetros e incluso un océano de lo que conocemos tiene un gran impacto psicológico. Es un shock para la personalidad y un estrés inusual ante lo desconocido.
En ocasiones, ni siquiera es necesario renovar nuestro pasaporte o solicitar un permiso de residencia para vivir estas experiencias. Es suficiente para ir a un país vecino por un tiempo determinado. Siempre hay algo que cambia en nosotros, algo que nos reestructura por dentro y que nos permite ver las cosas (ya nosotros mismos) de otra manera. Y ahí está el beneficio.
«Viajar es descubrir que todo el mundo se equivoca sobre otros países».
-Aldous Huxley-
Vivir lejos de lo que nos es conocido nos permite redescubrirnos a nosotros mismos.
¿Por qué vivir en otros países aclara el autoconcepto?
Según un trabajo de investigación del psicólogo Joseph A. Bailey, La autoestima del ser humano se basa en tres pilares básicos: la autoimagen, el autoconcepto y la autoidentidad.. El problema con estas dimensiones trascendentes es que normalmente se construyen en función de cómo creemos que nos ven los demás.
Aquí, la teoría del yo en el espejo de Charles Cooley (1902) es de gran relevancia. porque nos recuerda que gran parte de nuestra percepción de nosotros mismos (lo que vemos en nuestros reflejos) parte del exteriorde nuestras interacciones sociales. Factores como nuestra educación o nuestro entorno social cotidiano configuran nuestro «yo» poco a poco y día a día.
Como bien podemos deducir, a menudo desarrollamos una autopercepción bastante frágil. Además, rara vez llegamos a conocernos realmente a nosotros mismos cuando filtramos quiénes somos basándonos exclusivamente en los refuerzos de los demás. Por eso es tan interesante romper en algún momento ese cordón umbilical que nos une a lo familiar, a lo predecible y cotidiano.
Viajar es un acto revulsivo que puede cambiarnos de muchas maneras. Además, como nos dice la ciencia, vivir en otros países aclara el autoconcepto. Y esto último es lo que más necesitamos en determinados momentos de nuestro ciclo vital.
Pasar por etapas en otros países nos anima a realizar reflexiones autocríticas sobre nosotros mismos.
Lejos de casa, pero más cerca de ti
Hay momentos en que es necesario distanciarnos de todo lo que nos es conocido para reencontrarnos. La fórmula es extraña, pero la verdad es que casi nunca falla. Es cierto que los seres humanos aún albergamos ese pequeño vestigio nómada de nuestros antepasados, es decir, a veces tenemos que desplazarnos para ganarnos la vida, evolucionar y crecer.
Sin embargo, hacerlo siempre es difícil e incluso doloroso. Los choques lingüísticos, sociales e incluso culturales son complejos. Hay quienes se adaptan rápido y hay quienes se ven agobiados por la añoranza, la familia e incluso la versión de sí mismos en sus zonas de confort. Ahora bien, hay algo de lo que es plenamente consciente: cuando estamos lejos de casa, nos sentimos más cerca de nosotros mismos.
Ha sido un equipo de científicos de la Universidad de Rice, la Universidad de Columbia y la Universidad de Carolina del Norte los que han profundizado en este tipo de experiencias psicológicas en un estudio. Algo que han descubierto es que vivir en otros países aclara el autoconcepto. Nos empuja a hacer un ejercicio de autocrítica y a romper con muchas ideas preconcebidas tomar conciencia de nuestras fortalezas y debilidades.
El filósofo alemán Hermann von Keyserling escribió que quien busca el camino más corto hacia sí mismo debe dar la vuelta al mundo.
Pasar unos meses o años en otros países nos permite tener un mejor conocimiento de nosotros mismos.
Vivir en otros países, una experiencia necesaria
Salimos de nuestros hogares para aprender idiomas, estudiar y ganarnos la vida. A veces lo hacemos por placer ya veces por obligación.
Sea como fuere, en cualquiera de estas situaciones muchas personas experimentan los mismos procesos psicológicos y cognitivos. Esas que, de alguna manera, todos deberíamos realizar casi como un rito de iniciación:
- Permite desactivar muchos estereotipos y sesgos intergrupales.. Como dijo una vez Aldous Huxley, viajar es descubrir que todos están equivocados sobre otros países.
- potencia el desarrollo personal, porque aumentan la autoconfianza y la autoeficacia.
- Aclara el autoconcepto, dejando de lado las percepciones externas para desarrollar una imagen clara de nosotros mismos. Libre de etiquetas externas, validaciones y condicionamientos sociales.
- Fomenta la autocrítica y la adopción de nuevos valores y perspectivas mentales.
- Fortalecer la identidad. Adquirimos nuevas habilidades (idiomas, estrategias de supervivencia, etc.) y nos sentimos orgullosos de nosotros mismos. Todo esto revierte en autoestima.
Para concluir, hay aventuras que siempre valdrán la pena, como vivir en otros países. Son hazañas llenas de valor y enriquecimiento cultural, emocional y cognitivo que favorecen el ajuste psicológico.
No lo dudemos, vayámonos al menos una vez en la vida. Cuando volvamos a casa, volveremos a una mejor versión de nosotros mismos.
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