¿Por qué cuando crecemos dejamos de creer en la magia?

En la infancia todo está cubierto por un halo mágico. Hadas, los Reyes Magos, monstruos, Papá Noel, duendes, conejos que aparecen en el sombrero de un hombre vestido de negro… Crecemos creyendo que todo es posible. Sin embargo, creer en la magia no es para siempre. O si.

Última actualización: 01 septiembre, 2022

Cuando crecemos, la mayoría de las personas dejamos de creer en la magia. Todo lo que nos sucede debe tener una explicación lógica, coherente, para que encaje con nuestros esquemas mentales. Para comprender lo desconocido. Sin embargo, hay adultos que prefieren pensar que hay algo más allá de las leyes de la física, que existen energías y mundos extraordinarios o que tienen una serie de supersticiones que tiñen de magia su día a día.

En este artículo te traemos algunas explicaciones de por qué y cómo evoluciona nuestra creencia en la magia.

¿Qué es la magia?

Cuando hablamos de magia, creencias y explicaciones a hechos con un carácter fantástico. Es bueno creer que el hada de los dientes viene por la noche a recoger los dientes y dejar una moneda a cambio. O pensar que una persona ha partido en tres el cuerpo de un voluntario sin causarle daño.

De manera más técnica, el pensamiento mágico se define como la atribución de las causas de los hechos reales a acciones o pensamientos que no están conectados físicamente con ellos. Según los teóricos, hay cuatro razones características para creer en la magia que son comunes a los ejemplos dados anteriormente:

  • Los pensamientos, deseos o palabras pueden crear o afectar objetos físicos.
  • Un objeto físico no animado puede volverse animado de repente.
  • Un objeto físico puede transformarse o reconvertirse instantáneamente, violando las leyes fundamentales de permanencia, espacio físico y tiempo.
  • Ciertos objetos o eventos afectan a otros eventos de una manera no física.
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En definitiva, creer en la magia es pensar que existen sucesos o seres que desafiar el espacio, el tiempo y las características de la materia. Violan las leyes fundamentales de la naturaleza.

¿Qué nos hace creer en la magia?

Desde el punto de vista antropológico, la creencia en la magia ha sido un elemento clave, ya que ha ayudado dar explicaciones a los sentimientos y preocupaciones para lo cual no había explicación. Lo mismo sucede a lo largo del desarrollo evolutivo. En la infancia, la etapa comprendida entre los 2 y los 7 años aproximadamente se caracteriza por el pensamiento simbólico.

Según Piaget, en esta etapa preoperacional, los niños dan una sentido fantástico o mágico a lo que no entienden. En esta etapa aparecen los primeros miedos irracionales que intentan comprender a través de la fantasía. Por otro lado, comienzan a manifestar deseos y depositan su esperanza en criaturas mágicas que los cumplan.

Por ejemplo, no querer quedarse a oscuras por si aparece un monstruo, o esperar a que Papá Noel les regale esa bicicleta que tanto desean. Digamos necesitan crear un mundo paralelo en el que todo es posible y en el que todo se puede solucionar.

¿Por qué dejamos de creer?

Sin embargo, a partir de los 7 años esta etapa llega a su fin y da paso a la etapa de las operaciones concretas. Ahora los niños estarán más preparados cognitivamente para diferenciar el mundo real del mundo de fantasía. Esto ocurre gracias a que empiezan a poder pensar de una manera más lógica y operar a través de reglas y supuestos. En concreto, empiezan a dejar de creer en la magia porque adquieren las siguientes habilidades:

  • Compara artículos y ordénalos en función de sus diferencias, lo que les permite manejar números, tiempo, medidas u orientación.
  • Clasificar objetos según sus características. y determinar el conjunto al que pertenecen. Así, podrán comprender, por ejemplo, la jerarquía entre los seres vivos, humanos y mamíferos.
  • entender el conservación de objetos. Es decir, a pesar de sufrir cambios en su apariencia, el objeto sigue siendo el mismo.
  • Considere varios aspectos de una misma situación, como varias dimensiones de un mismo objeto.
  • Entender relaciones espaciales. Por ejemplo, el tiempo que se tarda en hacer una ruta o usar waypoints para encontrar un objeto oculto.
  • Formar juicios de causalidad. Aunque esta habilidad no se adquiere del todo hasta años después, se empieza a poder formar razonamientos lógicos entre dos sucesos.
  • Establecer relaciones lógicas entre dos elementos. Por ejemplo, si un chihuahua es un perro y los perros son mamíferos, los chihuahuas son mamíferos.
  • Disminución del egocentrismo o la capacidad de tomar la perspectiva de otras personas y pensar en cómo otros entienden el mundo.
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Tachán! No siempre dejas de creer en la magia.

Pero entonces, ¿qué pasa con los adultos que siguen dando explicaciones mágicas a ciertos hechos? ¿Será que no llegan a esta etapa, y más adelante, de desarrollo? La evidencia encontrada al respecto es, cuanto menos, interesante.

Aunque no son muchos los estudios que han analizado esta cuestión, existe evidencia de que el pensamiento mágico no decrece a lo largo de la vida. Al menos, hasta el final de la adolescencia. Una de las explicaciones que los investigadores han propuesto es que la creencia en la magia se vuelve selectiva. En otras palabras, las experiencias y conocimientos que adquirimos a lo largo de la vida determinarán a qué eventos aplicamos la magia.

Por ejemplo, si tengo conocimientos avanzados de física, usaré sus leyes para explicar por qué un objeto parece levitar. Sin embargo, si mis habilidades aritméticas son menores, cuando me enfrento a un juego de magia basado en números puedo pensar que es magia.

En este sentido, un interesante estudio encontró que a medida que aumentaba la edad de los participantes, se manifiestan las defensas cognitivas y emocionales antes de la magia. Es decir, ante un hecho que no sabían explicar, atribuían la desaparición de un objeto a su propia falta de atención. O, ante la propuesta de someterse a una “sugerencia mágica” negativa, la rechazaron por miedo o sentimiento de amenaza.

Además, les presentaron a los adultos dos escenarios hipotéticos en los que alguien en la calle les ofrecía dos hechizos (para ser ricos y felices, o para ser esclavos del diablo). Sorprendentemente, de las personas que dijeron que no creían en la magia, El 60% de las personas aceptaron el primer hechizo., y nadie el segundo. La razón, que el hechizo negativo podría tener un efecto en sus vidas futuras. Sin embargo, cuando los hechizos afectaron a otras personas, declararon su falta de creencia en la magia.

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En resumen

Creer en la magia parece ser algo que todos llevamos dentro de alguna manera. Sin embargo, el desarrollo cognitivo y la búsqueda de explicaciones lógicas compensan la frecuencia con la que recurrimos a sus argumentos. Además, en la vida adulta es difícil vivir en la contradicción entre las leyes de la naturaleza y las experiencias mágicas, aunque mantenemos, en muchas ocasiones, algunas supersticiones.

A lo largo de la vida podemos encontrar explicaciones coherentes. Por otro lado, no en otros. Por eso, aunque la ciencia y el razonamiento lógico te hayan pasado factura, no dejes de lado la fantasía. Pensar que algunas de las cosas más bonitas que nos pasan no tienen explicación es mágico y, sobre todo, nos llena de esperanza.

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