La capacidad de disfrutar de la lectura no depende solo de cuánto practiquemos. Parece que también hay factores hereditarios que escapan a nuestro control. En este artículo te contamos por qué.
Escrito y verificado por el psicólogo. Elena Sanz.
Última actualización: 04 de marzo de 2023
La lectura es una de las áreas a las que padres, madres y docentes dedican un mayor esfuerzo dentro de su labor educativa. Se insta, motiva e invita a los niños a leer de forma habitual, con el objetivo de que puedan beneficiarse de todas las ventajas que ofrece esta actividad: desde mejorar el rendimiento académico hasta acceder a todo tipo de conocimientos o dejar volar la imaginación. Sin embargo, no todos los niños parecen tan receptivos a estas propuestas, y no es solo cuestión de terquedad del menor. De hecho, el amor por la lectura es en parte una cuestión de genética.
Esta es una realidad ineludible: hay niños que disfrutan leyendo y devorando un libro tras otro.. Otros, en cambio, son reacios a practicar esta tarea y supone para ellos más un castigo que un momento de ocio. Normalmente, atribuimos estas diferencias a la estimulación que ofrece el entorno. Por ejemplo, creemos que no se está fomentando adecuadamente el hábito de la lectura en casa o en la escuela. Sin embargo, hay un componente genético que estamos pasando por alto.
El gusto por la lectura es cuestión de genética
La dicotomía entre genética y entorno es un debate abierto que afecta prácticamente a todas las esferas de la personalidad. Y los estudios de gemelos han resultado ser una de las mejores formas de analizar la influencia de cada elemento. En nuestro caso, se han realizado investigaciones para comprender más acerca de la preparación (es decir, por qué algunos niños eligen leer más que otros) y los resultados son sorprendentes.
Al comparar grupos de mellizos y mellizos, se vio que entre estos últimos es más probable que existan tendencias disímiles hacia la lectura. Por su parte, en los gemelos, la similitud en esta predisposición es mayor, y esto se debe directamente a factores genéticos. Pero ¿por qué sucede?: parece que la clave se encuentra en la capacidad de lectura.
Generalmente, los niños que más leen son también los que mejor lo hacen; y suponemos que es esa mayor práctica la que les da mayor habilidad. Sin embargo, la dirección parece funcionar a la inversa: los niños con mayor capacidad de lectura leen más porque lo disfrutan más. Y esta habilidad es altamente heredable.
Esto es fácil de entender, porque para aquellos niños con menos capacidad, los libros no son tan accesibles ni agradables. Por el contrario, pueden ser una batalla para descifrar los textos, comprender y ordenar su significado. Estos efectos son más visibles si pensamos en niños con dislexia (para quienes leer es un desafío) o con TDAH (para quienes mantener la concentración en la lectura es un desafío).
¿Y el medio ambiente?
Los hallazgos anteriores indican que la genética tiene mucho que decir sobre el gusto por la lectura. Pero, ¿y el medio ambiente? ¿No tiene ninguna influencia? Pues bien, uno de los factores más relevantes en este sentido es la calidad de la enseñanza y cómo abordan los docentes el aprendizaje de la lectura. Por lo tanto, se ha visto que esto tiene una influencia, pero solo hasta cierto punto.
Es decir, si los niños no tienen buenos maestros, su potencial no se desarrolla. Sin embargo, Ante la presencia de excelentes profesores, los factores genéticos determinan hasta qué punto se pueden desarrollar las habilidades lectoras. Y esto es algo que ya está fuera de nuestro control.
Sin embargo, esto no quiere decir que debamos ignorarlo y dejarlo todo en manos de la genética en lo que al gusto por la lectura se refiere. Hay contribuciones importantes que se pueden hacer Si queremos que un niño desarrolle la pasión y el disfrute por los libros:
- Aplicar buenos métodos de enseñanza.. Como decíamos, la calidad de los docentes y del proceso educativo tiene una relevancia importante, ya que pueden estancar el desarrollo del potencial natural de los menores.
- Animar a los niños a amar la lectura. y escribir desde casa y la escuela. Aunque no es el factor determinante, se ha demostrado que este tipo de influencias ambientales afectan tanto las habilidades como el disfrute de los niños.
- Ofrecer oportunidades para practicar. La cantidad de lectura también puede potenciar el disfrute de esta actividad, así como contribuir a mejorar la fluidez. Por ello, siempre es positivo animar a los menores a leer con frecuencia.
En última instancia, la investigación ha demostrado que el amor por la lectura no es simplemente el resultado de cuánto lee un niño, sino que está influenciado por sus habilidades y destrezas de lectura. Dado que estos son hereditarios, no podemos superar un cierto punto establecido por la genética. Sin embargo, podemos influir positivamente aprovechando el impacto del entorno en el que crecen, tanto en la escuela como en el hogar.
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