La ballena, un profundo retrato de la depresión

«La ballena» es una película que navega por el complejo universo de la autodestrucción, la fe, el amor, la paternidad, la religión y nuestros errores del pasado. Pero, sobre todo, es un retrato descarnado de la depresión. Lo analizamos.

Última actualización: 11 de febrero de 2023

«¿Quién podría querer que yo sea parte de su vida?» Esta sencilla pero demoledora frase enmarca una de las percepciones más recurrentes del protagonista de la última película de Darren Aronofsky. Pocos directores son tan hábiles para dejar a flor de piel las emociones y los tormentos humanos de una manera tan palpable. Prueba de ello es el Cisne Negro o Madre.

La Ballena es una película que narra una tragedia contenida entre cuatro paredes donde el frío es una sensación constante. La soledad se empapa y la tristeza es esa niebla que nos acompaña de manera casi asfixiante durante toda la producción. Sólo la mirada inmaculada de Brendan Fraser, encerrada en interminables capas de grasa protésica, aporta ese punto de ternura absoluta en medio de tanta desolación emocional.

Estamos ante un retrato audiovisual de visión casi obligada sobre el abandono. También, cómo nuestras decisiones, sumadas al comportamiento de nuestro entorno, pueden llevarnos a situaciones dramáticas. Es una película en la que los personajes secundarios son tan relevantes como la figura principal para entender el lienzo de una historia que puede estar transcurriendo en miles de casas solitarias.

«Más allá de eso, necesito saber si mi hija tendrá una vida decente. Donde ella se preocupe por las personas y otras personas se preocupen por ella. Y ella va a estar bien. Necesito saber que hice una cosa bien con mi vida !»

-La ballena-

Los errores de paternidad es uno de los principales ejes sobre los que se mueve la película “La Ballena”.

La ballena, una cruda historia sobre nuestros fracasos

The Whale es una película basada en la exitosa obra de teatro de Samuel D. Hunter. Desde su estreno no ha dejado de ganar el reconocimiento de público y crítica, ha ganado varios premios y es candidata a varias nominaciones a los Oscar. Uno de sus principales atractivos es el regreso de Brendan Fraser, quien, a través de su rostro y su voz, aporta una sensibilidad insuperable a esta creación.

Leer también:  4 cosas que influyen en tu progreso con la ley de la atracción

El actor se mete en la piel de Charlie, un profesor de inglés que da clases virtuales a sus alumnos con la cámara apagada. Tiene obesidad mórbida, vive recluido en su casa y consume grandes cantidades de pizza, pollo frito, batidos y papas fritas. El director nos acerca a esos momentos para que captemos cada detalle de ese inmenso cuerpo en un acto casi morboso.

Nos convierte en auténticos voyeurs de esa casa desordenada y de ese hombre voluminoso para que descubramos algo. La comida para muchas personas no tiene un propósito nutricional, es un mecanismo de compulsión y autodestrucción.. Llegados a este punto, no dejamos de preguntarnos qué hay bajo ese intento de aniquilamiento y esas toneladas de soledad.

La prisión del cuerpo y el dolor de la vida

La vida de Charlie gira en torno a sus clases, comer comida chatarra, porno gay y las visitas de su única amiga y enfermera, Liz. Más allá de su imponente físico, pronto descubrimos el eco de esa historia de vida que lo ha llevado a esta situación. Este profesor de inglés amó la vida hace años, y la amó a través de uno de sus alumnos, por quien no dudó en dejar a su familia.

Lamentablemente, ese joven terminó por quitarse la vida y ese suicidio, sumado al cargo de conciencia por haber abandonado a su hija, lo llevaron a su propia autodestrucción. La comida es su catarsis y su cuerpo es la cárcel que encapsula el sufrimiento, colocándolo en un precipicio constante hacia la muerte. Solo Liz, hermana de su pareja desaparecida, busca convencerlo para que busque ayuda médica.

Sin embargo, como ocurre casi siempre en los casos de obesidad mórbida, la vergüenza social y el miedo al rechazo le alejan de todos los ámbitos clínicos.

Leer también:  16 chanclas recicladas, veganas y ecológicas: las mejores marcas

la búsqueda de la redención

La Ballena es una película que tiene lugar en el transcurso de una semana. Durante ese tiempo es visitado por varios personajes, entre ellos un pájaro que metafóricamente siempre lo observa desde detrás de la ventana. Conoceremos a un singular misionero que quiere salvar su alma, pero que juzga su sexualidad y a un repartidor de pizzas que tiene a Charlie como su mejor cliente.

También descubrimos a su ex mujer, que lucha contra el alcoholismo. Estas variopintas figuras orbitan como satélites alrededor de Charlie, mostrándonos que todos se ocupan de su oscuridad afilada. Pero entre todo ese caleidoscopio de presencias que entran en esa casa lúgubre, destaca la de Ellie. Su hija es una adolescente llena de ira y desprecio hacia su padre por haberla abandonado.

A excepción de Liz, ninguna de las figuras que rodean a Charlie es amigable, y ese tapiz de sentimientos nos vuelve aún más claustrofóbicos. Charlie simboliza a ese gigante sobre una montaña desolada que atiende al mundo con su mirada bondadosa.. De hecho, una palabra que a menudo le escuchamos pronunciar es «lo siento».

Su autodesprecio contrasta con la ternura con la que se dirige a su entorno, especialmente a su hija. No duda en disculpar su mal carácter, la trata con infinito cariño y solo busca redimirla, darle esperanza para que su ira no la aísle del mundo como lo hizo él.

Charlie piensa que a pesar del odio y desprecio que vive en su hija Ellie, todavía hay esperanza para ella. Todavía existe la posibilidad de que se convierta en una buena persona.

La actuación de Brendan Fraser aporta una gran convicción y sensibilidad a un personaje que sufre depresión y obesidad mórbida.

La ballena y la metáfora de la depresión

The Whale es una epopeya emocional que traza la forma de la depresión capa por capa. Charlie está obsesionado con un pequeño trabajo literario que alguien cercano a él hizo sobre el libro de Herman Melville, Moby Dick. Conocemos la autoría de este ensayo al final.

Leer también:  5 preguntas que podrían ayudarte a encontrar la vida de tus sueños

Sin embargo, la metáfora de la ballena nos remite a la forma en que Melville la describe en su libro: un ser gigantesco, una criatura triste y sin emociones. Sufrir depresión es como convertirse en criaturas cargadas de inmensas toneladas de tristeza navegando océanos solitarios. El dolor es tal que, finalmente, ya no se siente nada, sólo las ganas de huir, de dejarse hundir en lo más profundo.

Por otro lado, no podemos olvidar que Darren Aronofsky se deleita en mostrarnos las complejidades de la fe y la religión. En la Biblia, la figura de la ballena es también ese ser que se traga a las personas que no eran dignas de salvación, como Jonás. Charlie vive con la herida de su conciencia por no haber dado lo mejor de sí a quienes más amaba.

La ballena es símbolo de todo lo que escondemos bajo la piel de la tristeza y el fracaso vital, y que acaba destruyéndonos.

La empatía por las personas estigmatizadas no es suficiente

Esta película es el reflejo más descarnado de los problemas mentales, la sexualidad, el desamor, la intolerancia religiosa y los errores de crianza. Sin embargo, algo que nos trae de vuelta como reflexión es nuestra incapacidad para preocuparnos realmente por los demás.

Es cierto que el personaje de Charlie despierta nuestra empatía, como puede hacerlo cualquier persona socialmente estigmatizada. Sin embargo, tengamos en cuenta que no basta con sentir empatía emocional para que alguien comprenda y ayude. Sentir pena por alguien no los salva. Saber qué hay detrás de la obesidad mórbida tampoco es suficiente.

Debemos dejar de ser espectadores del sufrimiento de los demás para convertirnos en agentes activos de quienes necesitan comprensión, ayuda y cambios en sus vidas. En nuestra sociedad, hay muchos Charlies navegando solos a través de sus propios océanos deprimentes.

Tú podrías estar interesado…

Gracias por leer ojodesabio.com. ¡Hasta pronto!

Deja un comentario