Hay que recordar el discurso de Chaplin en ‘El gran dictador’

El discurso final que ofreció Chaplin en la película “El gran dictador” siempre será oportuno. Es un alegato a la humanidad, a la decencia y a recordar aquellos valores que nos permitan luchar contra la intolerancia y la violencia. ¿Qué tal si recordamos?

Última actualización: 04 febrero, 2023

Las películas de superhéroes con capas, poderes extraordinarios que salvan el mundo y nos hacen sonreír con chistes fáciles son muy buenas. Nos entretienen y nos ayudan a no pensar en nada cuando estamos agotados de dar tantas vueltas a la vida. Sin embargo, también es necesario rescatar de vez en cuando aquellos títulos que la historia del cine nos regaló en el pasado.

Desempolvar los clásicos no duele, más bien actúa como un maravilloso ejercicio curativo. Es más, al hacerlo, podemos descubrir hechos extraordinarios. Hay producciones por las que el tiempo no pasa y nos ofrecen mensajes de gran actualidad. El gran dictador, de Charles Chaplin, es esa película que todo el mundo debería ver al menos una vez al año durante toda su vida.

El discurso ofrecido por ese diminuto barbero judío que en un momento debe hacerse pasar por Hynkel (Hitler), destaca no sólo como uno de los momentos más memorables del cine. Las palabras, ideas y mensajes que forman parte de ese final deben ser recordados por el fin para el que fueron creados: como antídoto contra la intolerancia y la violencia.

«Pero yo no quiero ser emperador. Ese no es mi trabajo, sino ayudar a todos si es posible. Blancos o negros. Judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos unos a otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás». , no nos haga infelices. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay lugar para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero tenemos lo perdí.»

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Los mensajes que nos dejó Charles Chaplin en su discurso en El gran dictador se pueden aplicar uno a uno a nuestros días.

El discurso de Chaplin en «El gran dictador», un legado imborrable

Dicen que Charles Chaplin se vio obligado a incluir un discurso al final de su película después de que Hitler invadiera Francia. Era el 24 de junio de 1940 cuando grabó esa secuencia de cuatro minutos en sus estudios. Tenía una firme necesidad de pronunciarse contra el fascismo y buscar, por encima de todo, la conexión emocional con el espectador apelando a unos valores muy firmes.

El mundo se caía a pedazos, pero eran muchos los que esperaban con expectación la última película de uno de los grandes talentos del cine cómico. Y lo cierto es que para el propio Chaplin ese proyecto supuso todo un reto. El Gran Dictador no fue sólo una película que ridiculizó, atacó y grotescó a una de las figuras más amenazantes de la época.

Era la primera vez que se probaba a sí mismo en un diálogo. Esa voz, que mantuvo oculta y que le dio el éxito con Charlot, tenía que manifestarse finalmente para dejar un mensaje imborrable, al que nunca dedicará tiempo.

Hay que despertar conciencias dormidas

El cine tiene más poder del que podemos pensar: contagia sensaciones y emociones comunes en millones de personas. Deja huellas, ideas que interiorizamos y recuerdos que no se borran. Lo que consiguió el discurso de Chaplin en El gran dictador fue unir a millones de personas en un mismo sentimiento, el del compromiso contra el odio y la violencia.

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se debe notar que nadie confiaba demasiado en esta película. Hollywood no le dio el visto bueno cuando conoció el guión en 1939. En ese momento, para Estados Unidos el mercado alemán seguía siendo relevante y lo veía como una amenaza. No importaba que el genocidio judío ya hubiera comenzado; Medio mundo prefirió dar la cara a dicha realidad.

Sin embargo, Charles Chaplin no dudó en financiar su proyecto y cambiar el final que tenía planeado, dados los hechos de 1940. Ese cambio de última hora y ese discurso que escribió apresuradamente y con el corazón apesadumbrado, tuvo su resultado. Despertó millones de conciencias.

En el presente también tendemos a volver la mirada hacia realidades que demandan nuestra atención y compromisos. Injusticias y hasta grandes dictadores sobreviven a nuestro alrededor con casi los mismos ecos del pasado que creíamos olvidado. No nos durmamos y recordemos el mensaje de esta película.

La codicia ha envenenado las almas de los hombres, ha construido una barricada de odio en el mundo, nos ha llevado a la miseria y al derramamiento de sangre como un paso de ganso. Hemos desarrollado velocidad, pero nos hemos encerrado. La maquinaria que da la abundancia nos ha dejado en la miseria. Nuestro conocimiento nos ha vuelto cínicos. Nuestra inteligencia, dura y seca. Pensamos demasiado y sentimos demasiado poco.

mas que maquinaria, necesitamos humanidad

El discurso de Chaplin en El gran dictador tiene más de ochenta años y aún hoy cabe en un milímetro. La referencia a que la sociedad necesita más humanidad y no tanta maquinaria invita a la reflexión. La tecnología ha avanzado mucho más desde el siglo XX y, tal como sucedió entonces, tiene su lado positivo y su lado destructivo.

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Por ejemplo, Las redes sociales nos acercan y nos permiten difundir información, son un arma poderosa, pero a veces nos deshumanizan. A menudo se alzan como un canal que difunde el odio, que discrimina y ataca a los diferentes. Más que inteligencia -señalaba el barbero en la película-, necesitamos bondad y dulzura.

El discurso de Chaplin nunca caducará, sus palabras contra las dictaduras, el fascismo y la inhumanidad siempre serán necesarias.

Sigamos luchando por un mundo mejor

Nuestro mundo ha recorrido un largo camino desde aquellos años en que las grandes potencias estaban involucradas en una guerra mundial. Sin embargo, el progreso no lo ha convertido en un lugar mejor; no basta con afirmar que hemos triunfado como humanidad. Ya no somos éticos, la discriminación y la injusticia no han desaparecido, y las guerras siguen rugiendo en nuestro horizonte.

El discurso de Chaplin en El gran dictador sigue siendo atemporal porque no hemos resuelto los problemas del pasado. Los arrastramos con nosotros y les hemos dado otras formas. Vivimos en un presente cada vez más polarizado en el que la irracionalidad, el extremismo e incluso la violencia escalan silenciosamente; casi sin que nos demos cuenta.

Despertemos, sigamos luchando por un mundo mejor, apelemos a nuestra humanidad, a la esperanza y seamos ese antídoto comprometido contra el disparate del odio.

Luchemos por un mundo nuevo, un mundo digno que dé a los hombres la oportunidad de trabajar, que dé futuro a la juventud y seguridad en la vejez. Por la promesa de estas cosas, los brutos se han alzado al poder. ¡Pero mienten! No mantienen esa promesa. ¡Nunca lo harán!

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Gracias por leer ojodesabio.com. ¡Hasta pronto!

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