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El silencio de los inocentes es la película de terror más exitosa hasta la fecha. Una película terrorífica que ha envejecido extraordinariamente bien y que nos regaló al psicópata más famoso del cine: Hannibal Lecter.
Última actualización: 23 enero, 2022
Han pasado más de 30 años desde el estreno de la película de terror más exitosa entre la crítica: el silencio del corderos (Demme, 1991). Hasta la fecha, es la única película de terror que ha ganado la estatuilla a la mejor película, además del Óscar al mejor guión adaptado, mejor director, mejor actor y mejor actriz. Un hito en el género que, tres décadas después, no ha sido superado ni igualado.
A estas alturas, hablar de Hannibal Lecter es hablar del gran villano por excelencia, la perfecta representación del psicópata en el cine. Y es que el legado de El silencio de los corderos va mucho más allá de la propia película., se han realizado secuelas y los personajes han dado lugar a la creación de arquetipos.
Sin embargo, el paso del tiempo y algunas relecturas actuales han pasado factura al largometraje de Demme. Parece que el personaje de Buffalo Bill es más polémico ahora que en los 90, aunque entonces tampoco estuvo exento de ello. ¿Qué ha pasado para que 30 años después la película vuelva a ser analizada con lupa?
Es especialmente interesante ver la película desde una perspectiva actual. Normalmente, las películas de terror no envejecen muy bien -con pocas excepciones- y han sido constantemente abucheadas por la crítica. Parece que el terror no es un género apto para Hollywood y la academia penaliza a los cineastas que deciden sumergirse en él.
Las claves del éxito
Podríamos decir que El silencio de los inocentes fue simplemente una película de la suerte. Thomas Harris es en realidad la mente detrás del mito. Es el autor de la serie de novelas Hannibal Lecter.
En 1986, Dino di Laurentiis estrenó Manhunter, una película inspirada en El dragón rojo. Sin embargo, el éxito no acompañó a la película y no se revalorizaría hasta mucho más tarde gracias al éxito de El silencio de los inocentes.
Al principio, No fue fácil conseguir que alguien en Hollywood se interesara por El silencio de los inocentes; Y no fue hasta 1991 que finalmente pudimos ver la película que llevaría el terror a lo más alto. La suerte de la película vino, en gran medida, de la mano del casting.
Aunque en un principio se pensó en Sean Connery y Michelle Pfeiffer para los papeles principales, la suerte quiso que finalmente acabaran en manos de Anthony Hopkins y Jodie Foster. Hoy nadie podría imaginar otro Lecter y otra Clarice -por no hablar de Connery y Pfeiffer- pero es cierto que los protagonistas forman parte de la seña de identidad de la película.
Otro de los grandes aciertos de la película es su sencillez. A diferencia de otras películas de terror, El silencio de los inocentes apela al miedo racional, el miedo más realista que podamos imaginar. No necesitas grandes efectos especiales o maquillaje extravagante para ser absolutamente aterrador; al contrario, es una película que brilla por su sencillez.
El argumento no es complejo, pero es profundo. La relación que se establece entre Clarice y Lecter atrae todas las miradas, molesta y perturba, pero al mismo tiempo atrapa. Hay cierta tensión sexual en el aire, Lecter se siente atraído por Clarice, pero ella se mantiene firme, fría y, al mismo tiempo, frágil; pero es una fragilidad aparente.
Además, la dirección nos regala momentos brillantes, como esa persecución final en la que vemos a una unidad policial en el lugar equivocado, o el momento en que una Clarice aterrorizada se encuentra atrapada en la oscuridad frente a las gafas de visión nocturna. Buffalo Bill.
Esa escena parece anticipar películas como El proyecto de la bruja de Blair (Myrick, 1999) o REC (Balagueró y Plaza, 2007), películas de terror que sitúan al espectador al otro lado de la cámara y aprovechan la oscuridad para generar tensión. Clarice parece una presa indefensa, como las que vemos en los documentales, las que huyen de un depredador que pueden ver de noche.
Su sencillez y realismo han hecho que algunos críticos cuestionen su género, quizás porque es el más repudiado por la crítica y porque los prejuicios a veces dificultan la aceptación de la realidad. Pero sin embargo, no cabe duda que El silencio de los corderos es puro cine de terror, totalmente bien ejecutado y, como decíamos, bastante afortunado.
Una mujer en un mundo de hombres
Indudablemente, La actuación de Jodie Foster como Clarice es una de las más notables de su carrera.. Sin embargo, además de su gran trabajo, existen otros factores que nos invitan a conectar de inmediato con Clarice Starling. Factores que pueden pasar desapercibidos en un primer visionado, pero están ahí y Demme los pone ante nuestros ojos con un claro objetivo: diferenciar a Clarice del resto de sus compañeros masculinos.
La elección de Foster está muy acertada. Así, tenía apenas 29 años, de mirada fría, pero tierna y joven; elementos que aportan una cierta empatía inmediata con el personaje. Sin embargo, el rasgo físico más destacable -y del que el cineasta supo sacar mucho partido- no es otro que su baja estatura.
Demme coloca estratégicamente a Clarice en el escenario, colocándola frente a varios compañeros masculinos altos. De esta manera, establece un claro contraste visual. En concreto, vemos a Clarice vistiendo tonos gris azulados frente a un grupo de hombres vestidos de rojo, con sus respectivas acreditaciones y notablemente más altos que ella. Este contraste desencadena un instinto protector en el espectador, pero Clarice no necesita la ayuda de nadie.
Indefenso en apariencia, pero muy inteligente, Clarice es una mujer atrapada en un mundo de hombres que deben demostrar constantemente su valía y sobrevivir.. Desafortunadamente, durante mucho tiempo y en algunos contextos, las mujeres han tenido que trabajar el doble para mantenerse al día con los hombres. La metáfora en la película es visual, pero fundamental.
De algun modo, A pesar de su apariencia fría y frágil, inspira confianza. Una confianza que llevará a Lecter a un plano morboso con tinte sexual porque, por fin, encuentra a alguien a su altura. Y es que Lecter, como Clarice, tiene una mente brillante; la diferencia es que él encarna el mal, mientras que Clarice es la representación del bien.
El silencio de los inocentes: Los psicópatas
El silencio de los corderos nos presenta a dos psicópatas que, a pesar de estar vinculados por la delincuencia, se diferencian claramente. Podríamos decir que son opuestos, que Lecter y Buffalo Bill solo tienen en común acabar con vidas inocentes. Ambos personajes nos resultan aterradores e incómodos, pero lo hacen por diferentes motivos.
Buffalo Bill nos asusta en movimiento, nos indaga en sus acciones, pues lo vemos capturando, asesinando y planeando su traje de piel de mujer. Sin embargo, Lecter nos pone la piel de gallina por su quietud, su elegancia y su mirada incómoda y penetrante. Lecter da más miedo atado, en cautiverio y con la boca tapada que en movimiento.
Dos psicópatas, sí, pero totalmente diferentes. Hannibal es inquietante, intrigante y extremadamente inteligente. La actuación de Hopkins es brillante y más aterradora que cualquier posesión infernal, fantasma o monstruo que las películas nos hayan mostrado. Causa terror por su frialdad, pero también por su realismo.
En cambio, Bill es aterrador, sí, pero también cómico. Destacan momentos como la escena en la que baila y se mira en el espejo o la empatía que siente por su perra Precious, pero no por una mujer a la que tiene encerrada. Es un personaje incómodo que nos aterroriza por momentos, pero es un terror diferente por los sentimientos contradictorios que despierta en nosotros.
Con los años, Buffalo Bill ha sido tildado como un personaje que representa la transfobia y, de hecho, esta lectura tiene algún sentido si tenemos en cuenta los móviles de sus crímenes. Sin embargo, cabe señalar que el propio Lecter se encarga de recordarnos que Bill no es una persona transexual, sino alguien que se odia a sí mismo y que, tras haber fracasado en todo lo que se propone, se ha convencido a sí mismo de que es transexual.
No, Buffalo Bill no es transgénero y no es una representación de él a pesar de su motivación.. Buffalo Bill no es más que un psicópata que cosifica a la mujer y que, probablemente, de no haber sido atrapado, habiendo fracasado en su intento de ser mujer, habría buscado cualquier otra excusa para seguir asesinando.
Tampoco debemos olvidar que la propia Jodie Foster es lesbiana y defensora del colectivo LGBT+; nunca hubiera participado en una película que promueva la transfobia por mucho que fueran los 90 y no se hablara de ello. Además, si queremos hacer una lectura actualizada, quizás podría resumirse en: una mujer en un mundo de hombres que lucha por atrapar a un asesino que cosifica a la mujer.
lo que es seguro es que El silencio de los corderos, al igual que películas como El exorcista (Friedkin, 1973), vino a romper el molde del cine de terror y dar paso a una nueva propuesta en el género.
Su impronta es tal que Lecter ha seguido inspirando a prácticamente todos los psicópatas que hemos visto en el cine tras su estreno. Sin duda, una película escalofriante que nos muestra la peor cara del ser humano.
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