Billy Elliot: Destruye los prejuicios bailando

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Billy Elliot ha pasado a la historia del cine por destruir prejuicios y construir una sociedad mejor. Desde la perspectiva de un niño, el mundo de los adultos se vuelve hostil, pero su afán por perseguir su sueño logrará derribar cualquier barrera.

 

Última actualización: 23 enero, 2022

Billy Elliot fue una de esas películas que abrieron el nuevo milenio. En el año 2000 se estrenó la película de Stephen Daldry, poniendo en primer plano un discurso que 20 años después sigue siendo de plena actualidad.

Abrió el nuevo milenio porque Nos dio un discurso que marcaría definitivamente el futuro y rompería con lo anterior. Es cierto que no es la primera vez que vemos películas sobre tolerancia o romper moldes de género, pero Billy Elliot era diferente. Lo hizo desde la mirada de un niño que, sin prejuicios, persiguió su sueño de ser bailarín.

Lo que este niño no sabía es que la sociedad estaría en su contra, que le pondrían una etiqueta que ni siquiera lo identificaba y que su amor por el baile lo pondría en conflicto incluso con su propia familia. Sin embargo, lo interesante no es tanto observar los prejuicios de la sociedad, sino cómo un niño logra destruir esos valores obsoletos y enseñar a su familia el poder de la aceptación y la tolerancia, dejando los prejuicios de lado.

El éxito de la película catapultó a la fama a su protagonista, Jamie Bell; inspiró una canción de Elton John: Electricity y convirtió en mito la obra que la inspiró.

Billy Elliot es una película sencilla, pero con un gran mensaje. Triunfa por su cercanía, vence por la lucha individual y por la aceptación familiar en un mundo lleno de prejuicios. Establece paralelismos entre el sistema opresor y el propio entorno familiar.

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Gracias a un elenco totalmente comprometido y una historia simple pero emotiva, Daldry logra su objetivo. Aún hoy, seguimos reivindicando la importancia de su largometraje como lección de vida y tolerancia.

Billy Elliot: Prejuicios aparte

Billy es un niño que vive en un barrio pobre con su familia., compuesto por: su padre, Jackie; su hermano Tony; y su abuela Su padre y su hermano representan los valores que solemos asociar con la masculinidad.

Tras la muerte de su madre, la familia se encuentra en una situación muy complicada. y sobreviven del salario de su hermano y padre que son mineros. Por su parte, la abuela, a pesar de su avanzada edad, parece tener en ocasiones delirios de juventud al recordar su pasado como aspirante a bailarina.

Billy Elliot es una película que nos invita a dejar de lado los prejuicios. Los niños nacen libres de estos prejuicios y es la sociedad la que los moldea hasta adaptarlos a los patrones establecidos. Quizás, en la actualidad, hemos avanzado un poco y esos roles de género están, afortunadamente, cada vez más distorsionados. Pero lo cierto es que, a principios del milenio, la impronta del prejuicio estaba muy a la orden del día.

Billy Elliot no es sólo una película sobre un chico que quiere bailar en un mundo que asocia la danza con lo femenino, sino también nos invita a perseguir nuestros sueños sin importar la etiqueta que lleven. El fútbol no es solo para niños, ni el ballet es solo para niñas.

Ante un padre que lo inscribe en el boxeo, Billy se rebela y decide dedicar su tiempo al baile., incluso si esto lleva al ridículo y la discriminación de su entorno.

Es especialmente interesante ver cómo la película se empeña en destruir prejuicios, ya que lo fácil hubiera sido decir que Billy, además de querer ser bailarín, es homosexual. Nada mas lejos de la verdad. De hecho, Billy entabla una hermosa amistad con Michael, un chico de su barrio que lo apoya en todo momento. y que, a diferencia de Billy, a él le interesa vestirse de mujer y es homosexual.

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Una vez más, somos los adultos que ponemos barreras, que frenamos la amistad y nos enmascaramos a nosotros mismos. Billy nunca juzga a Michael, al contrario, se divierte con él y acepta su homosexualidad sin siquiera mencionar el tema. Pero no porque sea tabú, sino porque el prejuicio no es algo que lo defina. Para él, Michael es su mejor amigo y la amistad está por encima de todo.

El contexto histórico y cultural.

Aunque Billy Elliot se estrenó en el año 2000 y nos habla de tolerancia, también nos presenta un discurso político y cultural interesantísimo.

El padre de Billy es minero y son los años 80, Estamos en un pueblo del condado de Durham, al norte de Inglaterra. En ese momento, Margaret Thatcher era la Primera Ministra del Reino Unido y había iniciado una política que sacudiría al norte del país, especialmente a las clases trabajadoras.

El gobierno de Thatcher llevó a cabo duras medidas económicas que resultaron en un alto desempleo, más concretamente, en las zonas más industriales del país. Pronto, los mineros se convertirían en su objetivo, lo que conduciría a una campaña de privatización y arrebatamiento del poder a los sindicatos.

Thatcher se ganó una enemistad interminable entre las clases trabajadoras. dando lugar a la huelga de mineros de 1984 a 1985, momento en el que transcurre la acción de la película. Además, insistió en privatizar y aglomerar el poder en Londres.

Una decisión que le traería consecuencias y que, a día de hoy, sigue sin pactar con el Reino Unido. Pero la verdad es que la huelga fracasó y, como consecuencia, el thatcherismo emergería como el gran vencedor.

Aunque la película tiene como hilo conductor la pasión de Billy por el baile, está profundamente marcada por el movimiento minero que cayó en poder de Thatcher.

La importancia de la huelga está presente a lo largo de la película., aunque en ocasiones algunos mineros como el padre de Billy tenían que agachar la cabeza ante el poder y acudir a su puesto de trabajo. Y es que en una relación entre opresor y oprimido, los oprimidos poco o nada tienen que hacer.

El padre de Billy, muy a su pesar, elige trabajar. Una acción que, vista sólo desde la perspectiva de la tolerancia, parece ser simplemente una muestra de amor de un padre a su hijo. Pero visto desde el contexto histórico en el que se desarrolla la acción, la verdad es que nos abruma.

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Ya no vemos a un padre luchando por el futuro de su hijo, sino a un padre tirando piedras a su propio techo para darle un mejor futuro a su hijo. Un padre que, prejuicios aparte, es consciente de que su hijo no tendrá futuro sin su ayuda y, muy a regañadientes y ante una situación injusta, se entrega al opresor porque, sencillamente, no le queda otra.

Esta situación de desigualdad la vemos perfectamente reflejada en el momento en que Billy y su padre llegan a Londres para hacer las pruebas de baile. Momento en el que queda claro que Billy es juzgado ante un jurado que parece no venir del mismo mundo que ellos, a pesar de estar a pocos kilómetros de distancia.

Una rica sociedad londinense, frente al norte olvidado. Unos prejuicios que, al parecer, no solo estaban en el hombre que temía por la virilidad de su hijo, sino incluso en las más altas esferas.

Prejuicios que, sin duda, pueden truncar los sueños, arruinar los deseos de muchos y que un niño se encarga de destruir diciendo que, cuando baila, se siente como el fuego, como la electricidad. Porque su amor por el baile va mucho más allá, porque su amor por el baile poco o nada tiene que ver con el lugar donde nació o con su orientación sexual o el tamaño de la casa en la que vive.

Definitivamente, Billy Elliot es una lección de humanidad que viene de la mano de los que aún no se han corrompido: los niños.

“No puedo explicarlo. Cuando empiezo a moverme me olvido de todo, y es como si desapareciera y todo mi cuerpo cambia, como si hubiera fuego adentro. Y me veo volando como un pájaro. Me siento como electricidad”.

-Billy Elliot-

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