Belfast: la proyección de los recuerdos

Verificación de hechos Se ha verificado la precisión del artículo (el contenido incluye enlaces a sitios de medios de comunicación acreditados, instituciones de investigación académica y, en ocasiones, estudios médicos). Todo el contenido de nuestro sitio web ha sido revisado, sin embargo, si cree que nuestro contenido es inexacto, desactualizado o cuestionable, puede Contáctenos para hacer las correcciones necesarias. 8 minutos

Belfast es una película brillante y emotiva que parece proyectada de memoria. La infancia y el conflicto rigen esta pequeña gran obra de arte.

 

Última actualización: 09 febrero, 2022

Orson Welles afirmó que “es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta”. Esta frase, por muy pretenciosa que pueda parecer a algunos, esconde una gran verdad. En el cine, a pesar de ser un producto de consumo, es fundamentalmente un arte: contar historias a través de una cámara. Historias que, por supuesto, tienen corazón y alma detrás de ellas.

Estas historias se pueden contar de infinitas formas y, en ocasiones, no es necesario que sean demasiado complejas para producir emociones intensas en el espectador. Hoy hablamos de una de esas películas proyectadas desde el alma, con mimo, nostalgia y cierta idealización; hablamos sobre Belfast, la nueva película de Kenneth Branagh.

Buddy, el alter ego de Branagh, es un niño de 9 años que vive con sus padres y su hermano en un barrio obrero de la capital de Irlanda del Norte. A pesar de llevar una vida tranquila, las tensiones en su país son cada vez más fuertes y su familia tendrá que hacer frente al aumento del desempleo y la violencia en la zona hasta que, finalmente, surge un dilema: quedarse en Belfast o huir.

En Belfast, Branagh realiza un ejercicio de introspección y memoria en el que parece haber grabado sus recuerdos y proyectarlos en el espectador. Como todo recuerdo, no es exacto, no es del todo real y, aunque esconde una gran verdad, la memoria tiende a la nostalgia y la idealización.

Con 7 nominaciones al Oscar, el largometraje parte como uno de los favoritos para ganar la estatuilla a mejor película.

la mirada del niño

Dejar el cine y sentirse abrumado por un sinfín de emociones no sucede a menudo; sin embargo, cuando sucede, aparece la magia. Branagh logra silenciar a la audiencia con una película que parece proyectada de memoria.

Leer también:  Cómo aceptar la incertidumbre y manifestar abundancia

Más de uno verá en ella ciertas similitudes con Roma (Cuarón, 2018), pues en ambas películas el cineasta se sumerge en los recuerdos de una infancia vivida en medio de un conflicto marcado por la violencia. El uso del blanco y negro, sin duda, sirve tanto para evocar esos recuerdos, pero en el caso de Branagh también es un homenaje al fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson y lo cierto es que Belfast nos ha regalado imágenes extraordinariamente bellas.

A pesar de las similitudes con Roma, podemos decir que Belfast es muy diferente y no solo por el lugar donde se desarrollan los hechos, sino también por el punto de vista. Si Cuarón se centró en las mujeres que lo acompañaban, Branagh narra Belfast a través de los ojos de Buddy.

Branagh aprovecha los espacios, divide el plano y presenta dos realidades simultáneamente creando un paralelismo con la trama: la de los adultos y la del niño. Así lo vemos en el uso del plano cenital o de ángulo bajo que, a pesar de generar extrañeza, conecta perfectamente con las emociones.

Little Buddy observa a sus padres escondidos desde las escaleras, detrás de una puerta o ventana. Los ángulos, los reflejos, las ventanas y los marcos de las puertas sirven al cineasta para dejar claro qué punto de vista ha decidido adoptar.

Durante la primera parte de la película nos encontramos una historia que gira en torno al pequeño mundo de Buddy, que a pesar de vivir en una zona marcada por el conflicto, no parece tener demasiado protagonismo en el mismo. Conversará con su prima y los adultos sobre la situación que vive el país, pero su mayor preocupación será sentarse al lado de la chica que le gusta en la escuela.

La película se abre con una serie de imágenes en color de la ciudad y, con un desvanecimiento perfecto, Branagh nos transporta al Belfast en blanco y negro de 1969. Buddy tiene apenas 9 años y pasa su infancia jugando con otros niños del barrio, nosotros ver una escena totalmente cotidiana de vecinos hablando y socializando en la calle. La mamá de Buddy lo llama para almorzar y, de repente, ese ambiente alegre y cotidiano se convierte en un ambiente totalmente hostil.

Con un movimiento de cámara de 360 ​​grados alrededor de un Buddy paralizado, Branagh nos muestra el miedo, el terror de un niño que no comprende del todo los conflictos del mundo adulto. Aunque a continuación veremos una historia marcada por el mundo personal del niño, Branagh nos advierte que el pequeño Buddy no podrá ser totalmente ajeno al conflicto.

Leer también:  Vortex: la película que retrata la demencia con total honestidad

Belfast: la vida en conflicto

Kenneth Branagh declaró en una entrevista que la inspiración para Belfast tuvo mucho que ver con la pandemia actual. El encierro transfirió de su memoria a su conciencia recuerdos que parecían olvidados, le hizo pensar en su hogar, pero también en la situación que vivió en su infancia, en aquella época de cambio y catástrofe que, a pesar de la distancia, no parecía tan lejana. lejos en pleno encierro.

Ante una situación compleja, siempre hay diferentes posiciones. En Belfast, conocemos a una familia protestante que vive en armonía en un barrio predominantemente católico, hasta que ve como su calle es atacada con frecuencia. El padre de Buddy tendrá que trabajar lejos de casa y empezará a plantearse la posibilidad de emigrar.

Por el contrario, la madre parece más reticente y opta por no escuchar las noticias en un intento desesperado por evitar el problema. A través de pequeños gestos como apagar la televisión, Belfast dibuja las distintas posturas en torno a un mismo problema. A partir de este momento, ese conflicto adulto comienza a afectar Buddy ve cómo su familia, que alguna vez fue unida, comienza a dividirse y su futuro en Belfast podría estar en peligro.

Tras una sucesión de hechos que acumulan tensiones, pérdidas y tristezas, Branagh decide darnos un respiro de la manera más exitosa: a través de la música. En medio de la desolación surge la magia y nos dirigimos a un escenario extraordinario que rompe con todo lo anterior; El padre de Buddy canta Amor eterno de Love Affair y la tristeza se convierte en baile y reconciliación dejando de lado el rencor.

Buddy mira a sus padres con cariño y sentimos que Branagh de alguna manera proyecta una imagen idealizada de esos lazos familiares cercanos.

Curiosamente, desde el comienzo de la película, Branagh nos ha estado regalando una banda sonora puramente norirlandesa, liderada por Van Morrison y con una nominación al Oscar por Down to Joy. Sin embargo, en esta escena de baile, en el punto de inflexión y transición, elige muy acertadamente una canción de un grupo inglés.

La cantidad justa de drama

Branagh decide no centrarse únicamente en lo trágico, sino coquetear ligeramente con el humor. Así lo vemos en la presentación de la religión que, en medio de un sermón absolutamente aterrador para el niño, se rompe el miedo con ironía y sarcasmo. Una presentación impactante de la iglesia, pero risible al mismo tiempo.

Leer también:  14 desafíos para 14 días de crecimiento

Los detalles están perfectamente cuidados y los actores se mueven con total naturalidad sobre el escenario; a veces nos sentimos como el pequeño Buddy que observa todo con emoción y cariño. Como si esa familia que estamos viendo fuera nuestra, como si esa casa de los abuelos existiera y ese niño que va a pedirle consejo a su mayor, en algún momento fuéramos nosotros.

El uso del blanco y negro refuerza mucho estas emociones, aunque destacan dos momentos en los que el color rompe el gris y conecta con el presente de Branagh. Esos momentos se dan en el cine y el teatro, las dos disciplinas en las que ha desarrollado su carrera. Además de la historia principal, vemos un sinfín de detalles con los que el cineasta rememora aquellos primeros encuentros con el cine y el teatro que terminarían perfilando su futuro.

La magia en Belfast viene dada por infinidad de elementos, desde la naturalidad de los actores -destaca una inmortal Judy Dench- hasta el sonido o la fotografía. La nostalgia invade la pantalla, nos traslada a una época en la que el público se emocionaba con Chitty Chitty Bang Bang (Hughes, 1968) y podemos percibir el cariño y cuidado que Branagh ha puesto en esta proyección de sus recuerdos.

Después de una película como esta, perdonamos al británico todos sus “pecados”, le perdonamos a ese extraño Poirot que nos dejó hace unos años y preferimos recordarlo por sus adaptaciones de Shakespeare. A Jamie Dornan le pasa lo mismo: ha demostrado que, en la carrera de actor, a veces hay que saltar aros para finalmente hacer lo que te gusta.

Definitivamente, esta es una de las mejores peliculas de los ultimos años, una pelicula genial capaz de emocionarnos y hacernos soñar y cantar Amor Eterno por unas semanas. A pesar de la tristeza, deja un buen sabor de boca.

«Todos tenemos una historia que contar, pero lo que hace que cada uno sea diferente no es cómo termina la historia, sino dónde comienza».

-Belfast-

Tú podrías estar interesado…

Gracias por leer ojodesabio.com. ¡Hasta pronto!

Deja un comentario