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Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha creado conceptos ajustados a su condición humana, proyectándolos en el mundo para darle sentido. Hablamos del antropomorfismo.
Última actualización: 30 marzo, 2022
El antropomorfismo -acción de dotar de una forma antropomórfica- es la proyección que hace una persona de rasgos humanos sobre objetos, animales, entidades no humanas, etc. Es una inclinación natural a humanizar el mundo que nos rodea, porque lo desconocido en muchos casos es angustioso y desconcertante. Con relativa frecuencia, la persona se identifica con lo que la hace sentir aliviada, aunque sea a corto plazo.
Tengamos presente la siguiente información para el desarrollo del artículo: la palabra antropomorfismo está compuesta por el elemento compositivo “anthropo-“, que significa ‘hombre’, y el sufijo “-ismo”, que para el caso que convoca nosotros, significa ‘doctrina’.
Gracias a la estructura del lenguaje, ponemos o invertimos nuestras emociones y sentimientos en el mundo, siempre que nombremos lo conocido y familiar sin generar incertidumbre alguna. Sin embargo, se corre el riesgo de perder la crítica a nuestra forma de percibir el mundo, ya que uno de los peligros del antropomorfismo es pensar que lo que no se parece a nosotros no tiene razón de serasí como sentir miedo por lo que no se parece al ser humano.
«Anthropo-«, el pensamiento mágico y la condición humana
No es fácil cuestionar nuestra condición humana, sobre todo cuando no somos conscientes de cómo nos percibimos a nosotros mismos y al mundo del que formamos parte. Sin embargo, es comprensible que nos refugiemos en el significado “antropo-” para nombrar las cosas a nuestro gusto a través del pensamiento mágico, como medida de protección frente a lo diferente de nuestra condición humana. ¿Serías capaz de cuestionar con calma, aguda y prudentemente tu sistema de creencias?
Por ejemplo, los alcances del antropocentrismo (el hombre es el centro del universo) eran más extensos de lo que podíamos imaginar. En el siglo XVI, Nicolás Copérnico nos presentó otra perspectiva científica de los cuerpos celestes; Hasta entonces, trabajaba con la idea de que el Sol giraba alrededor de la Tierra, una afirmación, o más bien una creencia, que nos convertía en el centro de la galaxia.
El mundo del ser humano dejó de ser el centro del universo (antropocentrismo), por lo que la teoría geocéntrica quedó absolutamente refutada. A partir del siglo XVI, la Tierra dejó de ser el centro de la creación divina, ya que su posición en la Vía Láctea junto con otros planetas gira alrededor del Sol (teoría heliocéntrica).
En este ejemplo podemos ver cómo la palabra «geocéntrico» está íntimamente ligada al antropocentrismo, una filosofía creada por nuestros filtros interpretativos de la realidad, también contaminados por el antropomorfismo.
La teoría heliocéntrica de Copérnico había sido descrita previamente por Aristarco de Samos.
Antropomorfizar es parte de la condición humana
Antropomorfizar es inherente a la condición humana, Esto es claro. Por ejemplo, los niños hablan con sus juguetes o con sus mascotas -los adultos también lo hacen-; tratan de antropomorfizar casi todo lo que pueden con el propósito de ser familiares.
Si les pedimos que dibujen su animal favorito, es probable que lo hagan incluyendo rasgos humanos, como la sonrisa, característica de los dibujos infantiles; También se les puede pedir que dibujen cuerpos celestes como el Sol, la Luna, etc., en los que, en general, se encontrarán caracterizaciones humanas.
Consecuencias
Una vez familiarizados con el elemento compositivo «antropo-«, hablemos de las consecuencias del antropomorfismo.
Vemos rasgos similares a los humanos en los objetos porque estamos contaminados por sesgos cognitivos. interpretar la realidad; por supuesto, es imposible saberlo tal como es, debido a las limitaciones de nuestros sentidos.
El problema es que al proyectar nuestros rasgos humanos en los objetos no auditamos lo que percibimos, por lo que el engaño será fácil de digerir, asumiéndolo como si fuera la verdad.
Un ejemplo sencillo es la forma en que tratamos a nuestras mascotas, especialmente a los gatos. Los abrazamos sin saber si realmente les gusta o no, les damos besos, celebramos sus cumpleaños, los disfrazamos, etc., sin antes detenernos a entender cómo se sienten o cómo interpretan nuestras manifestaciones de cariño humano.
Incluso los dioses míticos tienen rasgos claramente humanos. Por ejemplo, Zeus, Ares, Afrodita, Frigg, Thor, Odín, Osiris, Satis, Huitzilopochtli, Quetzalcóatl, etc.; incluso los tótems mantienen rasgos humanizados, aunque tengan forma de animal.
La Madre Naturaleza ha sido antropomorfizada, un fenómeno que era más común en las sociedades primitivas. Incluso los eventos climáticos se atribuyeron a las acciones divinas de los dioses, quienes, por supuesto, tenían rasgos humanizados.
Fuente de Neptuno en Piazza Navona (Roma).
¿Es malo antropomorfizar?
No es malo antropomorfizar, pero puede tener consecuencias no deseadas, ya que no auditamos conscientemente la forma en que percibimos los objetos del mundo. Si tenemos claro cómo opera este pensamiento, especialmente a nivel inconsciente, tendremos una percepción menos contaminada a la hora de conocer el mundo y ser conscientes de nosotros mismos.
Nuestros sentidos son limitados y no llegamos a conocer las cosas en su totalidad, y menos si atribuimos nuestros rasgos humanos a familiarizarnos con ellas.
Por otro lado, El antropomorfismo no causa efectos contraproducentes en nuestra percepción cuando lo usamos para crear arte, música, literatura, poesía, etc. Un paradigma de ello son las historias de los hermanos Grimm, que siempre nos dejan valiosas lecciones de vida. Además, en algunos cuentos los protagonistas son animales, como en La liebre y el erizo. Asimismo, la mitología griega es un excelente exponente de la condición humana.
“Gran parte de la concepción mitológica del mundo, que se extiende a las religiones más modernas, no es más que psicología proyectada hacia el mundo exterior”.
-Sigmund Freud-
Imagen destacada: Olimpo, batalla contra los gigantes de Francisco Bayeu
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